CAMBIAR LA CALDERA de gasoil y gas por una de BIOMASA, AHORRA.

Los sistemas centralizados de instalaciones en edificaciones son más eficientes que los individuales. El problema es que, aun siendo más eficientes, los consumos finales se ven incrementados debido al derroche producido por la falta de concienciación, ya que las facturas de carburantes se pagan a través de la cuota de la comunidad. La normativa se vuelve cada vez más exigente y va, poco a poco, obligando a instalar contadores individuales de energía, a prohibir las calderas atmosféricas, a obligar en caso de cambio de calderas a la instalación de equipos más eficientes.

En comunidades de vecinos es típico contar con instalaciones de gas o gasoil. Muchas de ellas con mucha antiguedad, con poco aislamiento y mal mantenidas. Todos estos factores influyen en su rendimiento final y por consiguiente en la factura anual de combustibles.

Por lo que los cambios de calderas en las comunidades se enfocan a dos objetivos: Reducir los consumos a los propietarios y Reducir las emisiones de CO2. Al margen de operaciones de mantenimiento o roturas de las calderas.

Analicemos el caso de una vivienda media, en España, en el que se consume para calefacción y Agua Caliente Sanitaria un total de 10.000kwh, con una caldera de gasoil.

Económicamente: Actualmente el precio del diésel está aumentando cada año.  Estimemos que el precio medio del suministro en el año 2022 ha sido de 1,45€/L. El poder calorífico del diésel es de 9,98kWh/L. El rendimiento aproximado de una caldera con una antigüedad de 15 a 20 años sería del 80%, por lo tanto, para el mismo consumo es necesario una mayor cantidad de diésel. Con todos estos datos habría un consumo de aproximadamente 1.250L al año, con un coste de factura de 1.812€.

Ecológicamente: La tasa de generación de CO2 del diésel por kilovatio hora producido es de 0,311kg CO2/kwh, entre otros gases emitidos. Lo cual significa que esta caldera tipo generaría un total de 3 toneladas de CO2 al año.

Como biomasa podemos encontrar diferentes opciones, entre ellas el conocido pellet, pero también tenemos un mercado de astillas, huesos de aceituna… Una ventaja que podemos tener en Castilla-La Mancha, es el mercado de proximidad ya que, como bien sabemos, tenemos muchos olivos, por lo que es fácil abastecernos de huesos de aceituna y de desechos ecológicos.

Analizando el caso anterior con pellets, ampliamente conocido, como combustible y con el mismo consumo energético de 10.000kwh, podemos ver:

Económicamente: El coste del pellet ronda los 0.50€/kg. El poder calorífico del pellet es alrededor de 4,57kWh/kg. El rendimiento aproximado de este tipo de calderas supera el 90%. Esto haría un consumo de aproximadamente 2.450kg al año, con un coste de factura de poco más de 1.225€. Obteniendo un ahorro de aproximadamente de 587€ al año. Un 32% menos de factura.

Ecológicamente: La tasa de generación de CO2 del pellet por kilovatio hora producido es de 0.018kg CO2/kwh, entre otros gases emitidos. Lo cual significa que esta caldera tipo generaría un total de 180 kilogramos de CO2 al año. Como se puede apreciar, no se eliminan las emisiones, pero son muy pequeñas debido al ciclo de vida de la masa vegetal en su consumo de CO2 para su crecimiento. Tampoco se tiene en cuenta las emisiones que se producen en transportes del material. La reducción es casi de 3 toneladas al año, que equivale a las emisiones producidas por un coche recorriendo aproximadamente 21.500km al año. También lo podemos ver desde el punto de vista de la cantidad de CO2 asumido por 6 árboles en toda su vida.

Este análisis se ha realizado para una vivienda tipo, pero para edificios de más viviendas estas cantidades se multiplican, haciéndolo mucho más interesante.

En conclusión, y desde el punto de vista del ahorro, se entiende que, sin hacer un estudio de viabilidad detallado, un ahorro del 32% en la factura de combustible en la situación energética tan complicada que vivimos, supone una gran ventaja económica. También es cierto que un cambio de sistema de calefacción de gasóleo a biomasa puede reducir considerablemente las emisiones de CO2 por vivienda, reduciendo así los efectos del cambio climático.